sábado, 10 de abril de 2010

La Historia de Maria


Parte 4 de 4

Aun no se veía nada alentador en la pantalla. Sólo una figura inmóvil, pero el latido del corazón no se notaba.

Sin embargo, entonces ocurrió algo, un movimiento apenas, una especie de salto y casi como por encanto, el médico dijo con una inmensa sonrisa de alivio.

“Miren, allí está el corazón, esta latiendo.”

Mi esposa lloró, pero esta vez de alegría, y yo me uní a ella en ese llanto.

Esa noche nos sentamos frente a la imagen de la Virgen y le dimos las gracias, llamamos a todo el mundo en la familia y le dijimos que mi esposa estaba embarazada. Todos se alegraron, con el augurio de una nueva vida.

Pero los seres humanos somos olvidadizos, con el pasar de los meses, los trabajos del embarazo nos hicieron acostumbrarnos a lo extraordinario y la rutina hizo que se nos olvidara el inmenso regalo que el Señor, por obra de su Madre, nos había dado.

Pero la Virgen no estaba dispuesta a dejar que pasáramos por alto su esfuerzo y con dulzura nos lo iba a recordar.

Como les dije, nosotros celebramos el 18 de octubre de cada año la fundación del Movimiento Postólico de Schoenstatt, el día que el Padre José Kentenich hizo su Alianza de Amor con la Virgen María en la capillita original de Alemania.

Estaba yo en un dia, que para mí era como cualquier otro, trabajando en mi oficina, cuando recibí una llamada de mi esposa, que sólo atinó a decir: “llegó el momento.”

Salí corriendo, llegamos al hospital y el médico nos recibió. Acompañé a mi esposa en ese hermoso momento, fue un parto natural y recibimos en nuestros brazos una hermosa niña.

Aunque parezca mentira, se nos había olvidado el milagro de amor que se nos había regalado. Hasta que mi esposa, con su bebé en los brazos me miró un momento y me preguntó:

“¿Qué fecha es hoy?”

Distraídamente le contesté: “hoy, no me acuerdo, déjame ver, ah sí, 18 de octubre.”

Entonces caímos en cuenta. Nuestra hija había nacido, por parto natural, el mismo día de la fundación del movimiento de Nuestra Mater de Schoenstatt, esa dulce Señora a quien le habíamos pedido un milagro.

Y por eso, para recordarnos su maravillosa obra, nuestra hija se llama: María Bernardette de Schoenstatt.

Gracias Mater.