miércoles, 27 de febrero de 2013

Muevete montaña

Les recomiendo este libro de la Virgen, que habla de los Milagros que Ella puede hacer en tu vida. Es una pequeña inversión para tí y tu alegría espiritual

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Lo dijo Jesus

Tengan fe en Dios. Porque yo les aseguro que si alguien dice a esta montaña: Retírate de ahí y arrójate al mar», sin vacilar en su interior, sino creyendo que sucederá lo que dice, lo conseguirá.
Por eso les digo: Cuando pidan algo en la oración, crean que ya lo tienen y lo conseguirán. Y cuando ustedes se pongan de pie para orar, si tienen algo en contra de alguien, perdónenlo, y el Padre que está en el cielo les perdonará también sus faltas. Pero si no perdonan, tampoco el Padre que está en el cielo los perdonará a ustedes.

Hace poco me encontré con un amigo, pastor de una iglesia evangélica. Hablamos y conversamos de Jesus, el mismo Señor que queremos ambos. Después caímos en el mismo tema de siempre.

El piensa que los católicos somos muy poco dados a creer ese Evangelio, que somos fatalistas y conformistas, que no nos atrevemos a creer, de verdad, que podemos vencer y mover esas montañas.

Este es un tema demasiado complicado para resolverlo en pocas palabras, pero les digo, como le dije a mi amigo pastor. No es así, si creemos y confiamos en Dios con la ayuda de Maria.

Para eso le leí esta frase del libro Hacia el Padre de nuestro querido padre Kentenich

Serviremos con desprendimiento a tu obra,
con el corazón fuerte y el rostro alegre,
confiando a ti, durante nuestro peregrinar,
el cuidado por la salud y el sustento.

Fue eso lo que Jesus nos aconsejara: con palabras
y con hechos, busquen primero el Reino de Dios;
lo demás se los dará el Padre por añadidura,
y no dejen de importunarlo con peticiones filiales.

En otras palabras, la montaña se mueve porque Dios así lo desea y porque nosotros se lo decimos.
Ejercita el músculo de la fe.
Dile a la montaña, en el nombre de Dios y de Nuestra Santa Virgen María que se mueva.

Haz la prueba, dilo hoy.

Si se puede lograr el milagro.

sábado, 23 de febrero de 2013

Alianza de Amor: El Amor a uno mismo

Alianza de Amor: El Amor a uno mismo: Dios me ama. Si Dios me ama, la lógica me lleva a pensar que la Virgen me ama, y por supuesto, Jesus me ama. Que falta en esta oración? Qu...

El Amor a uno mismo

Dios me ama. Si Dios me ama, la lógica me lleva a pensar que la Virgen me ama, y por supuesto, Jesus me ama.

Que falta en esta oración? Que yo mismo me ame.

No es absurdo, Dios dijo que amaramos al prójimo como a nosotros mismos, es decir que para amar a otros, primero tenemos que profesarnos amor a nosotros mismos.

Acabo de asistir a un seminario de mejoramiento personal, que se llama Creando mi vida, con un gran amigo como motivador. Y salí de el cada vez mas convencido de que Dios y la Virgen guían mi camino y me llevan hacia donde quiero ir y para llegar donde me lo propongo, solo hace falta que me deje llevar de la mano por ellos.

Pero eso si, la Virgen quiere que yo diga para donde voy y después, con amor ella me guía por el mejor camino para llegar a donde me lo proponga.

Gracias al Señor por permitirme escuchar ideas nuevas y frescas que me alientan a amarlos mas.

martes, 12 de febrero de 2013

El milagro de un hombre enamorado de Dios


Era un hombre enamorado de Dios.
EL MEDICO DE LOS POBRES
Por Gustavo Méndez
Esta es una historia real

Este médico, era un hombre muy preparado. Su nombre era José Gregorio Hernández. Pero más que contarles su biografía, les contaré una historia que les demostrará quien era este Siervo de Dios, conocido en su país natal como el médico de los pobres.
Se graduó en la casa de estudios mas importante de Venezuela en ese momento, la Universidad Central, se trasladó a París a continuar estudios de histología, patología y bacteriología. Posteriormente viajó a Alemania para estudiar Anatomía Patológica.
Volvió a Venezuela a dar clases y ejercer su profesión, pero en 1907 algo ocurre en su corazón y luego de conversarlo con el arzobispo de Caracas, se traslada a Italia donde trata de convertirse en monje de la Orden de la Cartuja. Sin embargo, al año tiene que volver, porque los rigores de la orden atentan contra su salud.
Sigue ejerciendo la medicina y la docencia y se convierte en un afamado médico de la capital venezolana. Las familias mas encumbradas lo llaman para que los trate y el responde a sus requerimientos, con una característica que lo hizo muy popular en su ciudad. El dinero que le cobraba a las personas mas ricas, nunca mas de lo prudente, lo usaba para comprar medicinas y atender a las personas mas pobres, de modo que pocas veces le quedaba algo para el mismo.
Se cuenta una historia. 
Y es que los milagros son así, pequeñas historias. Y se las repito ahora para que ustedes la conozcan. Es una historia real, la vivió una tía mía, muy querida, que nació en Caracas en 1890. Era una mujer humilde y trabajadora, que no sabía leer ni escribir, pero tenía un corazón de oro.
Por sus cualidades, la contrataron como dama de compañía de una de las familias mas ricas de la ciudad en esa época. Agustina, mi tía, se convirtió en la acompañante personal de la Señora Ayala, la esposa del entonces gobernador del Estado Miranda en Venezuela.
En 1918, llegó la gripe española a Venezuela. 
Esa enfermedad mató entre 50 y 100 millones de personas en todo el mundo en un solo año. Y la señora Ayala cayó enferma. Llamaron al Dr. Hernández, para que la atendiera y como ya era su paciente, no tuvo inconveniente en asistirla y ayudarla a curarse.
En una de sus visitas, el médico que era amigo de la familia, preguntó:
- ¿Dónde está Agustina? Tengo tiempo sin verla y ella siempre la acompaña señora Ayala.
La mujer respondió:
- Agustina cayó con la gripe hace unos días
- ¿Y por qué no me habían dicho nada? – reclamó suavemente el médico. Y sin más fue a la zona de servicio de la casa a ver a la enferma.
Al llegar a la habitación, encontró a la joven de 18 años muy mal, en cama, con las ventanas cerradas y con un aspecto moribundo.
De inmediato comenzó a atenderla. Abrió las ventanas, le administró medicinas para la fiebre, le ordenó tomar líquidos y que descansara.
- No cierre las ventanas ni que tenga frio, Agustina, tiene que respirar aire puro.
El doctor la visitó varios días mas. Hasta que la muchacha se recuperó y volvió a ser la misma fuerte mujer de antes.
- Doctor – dijo ella – no se como agradecerle, no tengo para pagarle su tratamiento.
El médico sonrió como lo hacía todos los días en su consultorio.
- Agustina, usted no me debe nada, lo importante es que ya está bien. Mis honorarios ya me los dio el Señor.
-Gracias doctor – la mujer tenía los ojos llenos de lágrimas.
Un año más tarde lloraría más, cuando uno de los pocos carros a motor que circulaban por la ciudad de Caracas en 1919, atropelló al médico que la había curado, y se llevó al cielo a quien aún no ha sido declarado santo, pero que cumple con todos los requisitos humanos para serlo.
El Dr. José Gregorio Hernández, el médico de los pobres en Venezuela, no deja de cuidar a su pueblo desde que se fuera con Dios en junio de 1919.
Agustina vivió muchos años más, falleció a los 104 años de edad, rodeada del amor de su familia, del mío, entre otros.
Y lo que más recuerdo es que cuando la gente hablaba de su médico y lo llamaban José Gregorio simplemente, ella decía: “su nombre era el Dr. Hernández, tengan respeto que ustedes no lo conocieron y yo sí.”
La iglesia se toma su tiempo para declarar santos a las personas, es un proceso, pero aún así, Dios permite que tengamos a esos seres especiales en el corazón.

viernes, 8 de febrero de 2013

Feliz por otro milagro


Se los relato como me los dicen a mí.

Sólo digo esto: si la gente tiene fe, de acuerdo con esa fe y esa esperanza, suceden, cosas asombrosas.

Esta mujer, a quien conozco personalmente, es una vieja amiga mía, muy querida, que vive en una gran ciudad en América del Sur. Ella siempre ha sido alegre y una verdadera dicha para todos los que la conocen, una gran madre, una trabajadora ya retirada. Su única hija la quiere mucho.

Ella está un poco más adulta ahora, tiene más de setenta y cinco años, por lo tanto, es un poco menos fuerte de lo que solía ser. Pero no parecía estar en mal estado de salud.

Hasta que un día visitó al médico con lo que parecían ser problemas digestivos. El médico decidió ordenar pruebas de laboratorio.

Después de unos días, la llamó a su oficina y lo que pasó después no fue precisamente lo que la mujer tenía en mente. Estaba alegre y feliz como siempre cuando saludó al médico, que también era su amigo, pero después de un rato, su felicidad se evaporó.

Le dijo la grave noticia:

 - Tienes un cáncer muy grave.

- ¿Pero cómo puede ser?  - preguntó ella - no me siento tan mal.

- Los resultados no mienten - dijo el doctor - El laboratorio hizo las pruebas dos veces, por si acaso.

Después de la visita, se programó un procedimiento quirúrgico y mi amiga se convirtió en el alma mas triste de la tierra. Perdió toda su felicidad y la voluntad.

Durante días, lloraba y lloraba, negándose a comer o hacer cualquier cosa de valor.

Su hija, que la ayudaba en todo lo posible, no vio otra solución que llamar a una amiga.
Esa amiga es una pariente mía, una mujer algo mayor que la enferma, pero con una fe sólida como una roca. Fue a visitar a la enferma y, una vez que la vio, simplemente dijo:

- Tú no vas a estar enferma por mucho tiempo, voy a orarle mucho a Jesús, para que te sanes.

- Es cáncer - dijo la otra mujer con una voz que ya estaba prediciendo su desaparición.

- A Jesús no le importa lo que sea, él te sanará.
Y mi pariente comenzó a orar. Día y noche rezaba, como si ya la hubieran escuchado, con una sonrisa de certeza en los labios. No tenía dudas, rezó con una convicción que le envidio. Estaba segura, absolutamente segura de que la enferma se recuperaría.

Oró como Jesús nos dice que oremos, creyendo que lo que ella estaba pidiendo se le daría y luego de varios días, regresó a su casa.

Mientras tanto, se programaron pruebas previas a la cirugía; el médico tenía que saber cómo  se había desarrollado el cáncer antes de operar a su paciente.

Pero cuando llegaron los análisis, llamó al laboratorio muy molesto, para preguntar por qué se habían equivocado con los análisis. ¿Dónde estaba el cáncer y cómo se había desarrollado? Esas fueron sus instrucciones.

El asistente de laboratorio también se molestó con este reproche.

- Todo está ahí - dijo.

- No puede ser - dijo el doctor - ¿dónde está el cáncer?

-Bueno - dijo el hombre del laboratorio - no hay cáncer.

- Me hace los exámenes de nuevo, por favor - el tono del médico no era el más agradable del mundo.

El asistente repitió los análisis y el resultado fue el mismo: no había cáncer.

¿Es explicable? Tal vez no, para los incrédulos.
Pero mi pariente dice esto:

- El Señor nos hizo un milagro y estoy muy agradecida.

Y nuestra amiga es un ser feliz y alegre otra vez.

viernes, 1 de febrero de 2013

Los milagros ocurren a diario, pero hay que saber verlos

Los milagros de Dios ocurren a diario y en muchos lugares, solo que a veces no los vemos. Si nos fijamos con detalle, veremos las maravillas de Jesus ocurriendo tal y como el lo dijo, a todos aquellos que tengan fe.

Alguien te negó algo que necesitabas, no entiendes por que, cumplías con todos los requisitos para obtenerlo, pero aun así, te fue negado. Por un momento te sientes decepcionado, no te parece justo. Entonces te acuerdas de Dios y la Virgen.

En realidad no debiste olvidarlos en ningún momento, pero como seres humanos, a veces cometemos errores. Les dices que te iluminen, que te ayuden.

Al poco tiempo se te ocurre un camino diferente, una carta tal vez, una llamada a alguien. Y el milagro ocurre, lo que querías se da, por obra y gracia de Dios, pero de una manera diferente y hasta mejor.

Ese es un milagro, es Jesus haciéndose presente en tu vida, es Maria, Nuestra Madre, respondiendo a tus oraciones.

Pon las cosas en sus manos, ella esta dispuesta a ayudarte ante su hijo, lo único que tienes que hacer es pedirselo.