viernes, 8 de febrero de 2013

Feliz por otro milagro


Se los relato como me los dicen a mí.

Sólo digo esto: si la gente tiene fe, de acuerdo con esa fe y esa esperanza, suceden, cosas asombrosas.

Esta mujer, a quien conozco personalmente, es una vieja amiga mía, muy querida, que vive en una gran ciudad en América del Sur. Ella siempre ha sido alegre y una verdadera dicha para todos los que la conocen, una gran madre, una trabajadora ya retirada. Su única hija la quiere mucho.

Ella está un poco más adulta ahora, tiene más de setenta y cinco años, por lo tanto, es un poco menos fuerte de lo que solía ser. Pero no parecía estar en mal estado de salud.

Hasta que un día visitó al médico con lo que parecían ser problemas digestivos. El médico decidió ordenar pruebas de laboratorio.

Después de unos días, la llamó a su oficina y lo que pasó después no fue precisamente lo que la mujer tenía en mente. Estaba alegre y feliz como siempre cuando saludó al médico, que también era su amigo, pero después de un rato, su felicidad se evaporó.

Le dijo la grave noticia:

 - Tienes un cáncer muy grave.

- ¿Pero cómo puede ser?  - preguntó ella - no me siento tan mal.

- Los resultados no mienten - dijo el doctor - El laboratorio hizo las pruebas dos veces, por si acaso.

Después de la visita, se programó un procedimiento quirúrgico y mi amiga se convirtió en el alma mas triste de la tierra. Perdió toda su felicidad y la voluntad.

Durante días, lloraba y lloraba, negándose a comer o hacer cualquier cosa de valor.

Su hija, que la ayudaba en todo lo posible, no vio otra solución que llamar a una amiga.
Esa amiga es una pariente mía, una mujer algo mayor que la enferma, pero con una fe sólida como una roca. Fue a visitar a la enferma y, una vez que la vio, simplemente dijo:

- Tú no vas a estar enferma por mucho tiempo, voy a orarle mucho a Jesús, para que te sanes.

- Es cáncer - dijo la otra mujer con una voz que ya estaba prediciendo su desaparición.

- A Jesús no le importa lo que sea, él te sanará.
Y mi pariente comenzó a orar. Día y noche rezaba, como si ya la hubieran escuchado, con una sonrisa de certeza en los labios. No tenía dudas, rezó con una convicción que le envidio. Estaba segura, absolutamente segura de que la enferma se recuperaría.

Oró como Jesús nos dice que oremos, creyendo que lo que ella estaba pidiendo se le daría y luego de varios días, regresó a su casa.

Mientras tanto, se programaron pruebas previas a la cirugía; el médico tenía que saber cómo  se había desarrollado el cáncer antes de operar a su paciente.

Pero cuando llegaron los análisis, llamó al laboratorio muy molesto, para preguntar por qué se habían equivocado con los análisis. ¿Dónde estaba el cáncer y cómo se había desarrollado? Esas fueron sus instrucciones.

El asistente de laboratorio también se molestó con este reproche.

- Todo está ahí - dijo.

- No puede ser - dijo el doctor - ¿dónde está el cáncer?

-Bueno - dijo el hombre del laboratorio - no hay cáncer.

- Me hace los exámenes de nuevo, por favor - el tono del médico no era el más agradable del mundo.

El asistente repitió los análisis y el resultado fue el mismo: no había cáncer.

¿Es explicable? Tal vez no, para los incrédulos.
Pero mi pariente dice esto:

- El Señor nos hizo un milagro y estoy muy agradecida.

Y nuestra amiga es un ser feliz y alegre otra vez.

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