lunes, 25 de marzo de 2013

El milagro del dinero


Voy a relatar esta historia, no como me la contaron, sino como la sentí, porque de verdad me impresionó. 

Y siendo la historia de un amigo, la impresión es duradera, además de maravillosa. 

No hay nada mejor que alegrarse por el bienestar de alguien. No se si lo han notado, pero cuando nos alegramos de que a otro le haya salido algo bien, es como si nos llovieran bendiciones, en vez de envidiar la buena fortuna del compañero, que nos dejaría solo amarguras, nos alegramos con él y nos sentimos cerca de Dios.

Este amigo estaba casado, trabajaba y le iba bien, en apariencia. Pero en la realidad no era así. Trabajaba lejos de su casa y sólo podía visitar a su esposa cada quince días.

Me imagino esos encuentros, al principio, llenos de pasión y alegría.

- Hola mi amor, que bueno que llegaste - y luego, abrazos, besos, comidas, salidas. Y antes de partir, mas abrazos y mas besos apasionados.

Pero la lejanía y el tiempo se fueron convirtiendo en una carga y poco a poco, llegó el hastío y la incomodidad.

- ¿Y qué es esto? - preguntó mi amigo, en una de sus visitas.

- ¿No ves acaso? - respondió su esposa - huevos fritos.

- Pero a mí no me gustan los huevos así, me gustan revueltos.

A lo cual siguió una discusión que incluyó temas como el de yo no soy tu esclava, si no vienes casi nunca, que te crees tú, yo me parto el lomo para dártelo todo, y muchas cosas similares.

En definitiva, el matrimonio se murió por lejanía y desatención mutua.

Pero mi amigo no superó ese momento con tanta facilidad. El detalle es que él es muy espiritual y siempre creyó que un matrimonio era para siempre. Cabría preguntarse si lo que él tuvo fue un matrimonio. Se casaron muy jóvenes, no tenían madurez, preparación o experiencia para eso, y al final no compartieron juntos.

Por eso, mi amigo después de esa experiencia, se hizo misionero en un lejano país.

¿Y saben qué? Se sintió feliz por primera vez en mucho tiempo. 
La presencia diaria de Dios en su vida, las oraciones, el contacto con la naturaleza en un remoto lugar le devolvieron una salud espiritual y mental que él pensó que había perdido.

Por un tiempo pensó que había encontrado la solución en su vida, así se lo comunicó a su familia. 

- Me quedo aquí - les dijo - como misionero y esparciendo la palabra de Dios.

Pues no. Su familia lo necesitaba y se estaban desmoronando sin su presencia, le pidieron que volviera.

Ser misionero no es algo que te deja millones. Mi amigo no tenía un centavo, sólo tenía fe.

-¿Qué hago Señor? - se preguntaba. Y no obtenía respuesta.

Hasta que un día decidió ser audaz. Y habló con Dios, de esta manera:

- Señor, yo me siento feliz aquí, pero no se cuáles son tus designios definitivos. Si tú quieres que yo haga algo distinto, por favor, dímelo. Pongámoslo de esta manera. Yo no tengo dinero para hacer el viaje de regreso a la casa de mi familia. Pero si tú quieres que yo regrese, dame tú el dinero. 

Mi amigo, convirtió esa petición en una oración diaria y persistente. Aceptó las palabras de Jesús que nos indicó pedir y pedir sin cansancio.

 - Yo no tengo dinero para hacer el viaje de regreso a la casa de mi familia. Pero si tú quieres que yo regrese, dame tú el dinero. 

Día tras día, una y otra vez, pidió y pidió.

Casi que se había convencido de que Dios lo quería como misionero,porque el dinero no llegaba.
Hasta que un día, en una oración comunitaria de los miembros de la misión, el líder de todos, se puso de pie al terminar el servicio y preguntó:

- ¿Hay alguno de entre ustedes que esté orando por dinero?

Hubo silencio en la sala, pero después de un rato, mi amigo levantó la mano y aceptó que era él. Cuando le preguntaron por qué, explicó la situación.

Y aquí ocurrió lo extraordinario.

El jefe del grupo le dijo:

- Hace unos días estuvo por aquí una señora que pidió verse conmigo. La recibí y me dijo que en días pasados había sentido que alguien estaba orando aquí en la misión, porque necesitaba irse a su país. Yo se que ustedes no tienen dinero, así que yo vengo a dárselo.

Así sin condiciones para usarlo, sin restricciones, sólo como un milagro.
Mi amigo regresó a su país y volvió a progresar en un trabajo, convencido esta vez que iban por el camino correcto, porque así se lo había reveladoDios.

Recuerden, si quieren que Dios y la Virgen les respondan, oren sin cansancio.

Y si quieren leer más de milagros


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