viernes, 15 de marzo de 2013

Un espíritu activo


Cuando estamos espiritualmente activos, nuestras vidas son mejores y se nota, es como si irradiáramos una luz que dice que nos sentimos más completos y más cerca de la verdadera fuente de la felicidad que es Dios.

Encontramos muchos ejemplos en la iglesia a través de nuestros santos. Recientemente, con la elección de un nuevo Papa y su selección del nombre de Francisco, nos recuerda la vida y obra de San Francisco de Asís, un hombre que hizo de la simplicidad una virtud. Sus ideas y su ejemplo fue más allá de las fronteras de nuestra iglesia católica, tal vez involuntariamente, pero sin duda, se convirtió en un icono para el mundo entero, independientemente de las creencias de otros.Francisco era un hombre muy espiritual, cuya cercanía a Jesús ha inspirado a millones de personas a lo largo de los siglos, y él es sólo uno entre muchos.

Esto es lo que sucede cuando nos acercamos a nuestro Dios, que alcanzamos alturas que superan nuestros puntos de vista y expectativas.

No digo que sea fácil, no al principio, porque estamos demasiado apegados a nuestra realidad y nuestro mundo material; cambiar requiere un esfuerzo, pero una vez que se hace esto, nos daremos cuenta de que lo que se obtiene es mucho más valioso que lo que teníamos antes. Nuestras vidas en esa etapa se vuelven más simples, sólo estamos satisfechos con Dios, y él excede cualquier necesidad física.

Me gustaría poder llegar a esa etapa, sin embargo yo no estoy allí. Conozco a personas que sí lo lograron sin embargo. El Padre Kentenich es uno de ellos, el fundador de nuestro hermoso movimiento de Schoenstatt, que fue capaz de llegar a ese nivel y con su ejemplo inspirar a millones.

No se trata de no tener dinero o posesiones, se trata de darles la importancia debida. Ellos son parte de nuestro mundo y se las podemos pedir a Dios que les proveerá a través de nuestro trabajo diligente y nuestros esfuerzos, y Él escuchará y responderá.

Él responderá de acuerdo a nuestra fe y así podremos dedicar nuestra atención a lo que es realmente importante: Dios y la Virgen María.

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